Cuando Bridget y yo decidimos escribir Una historia de Birmania: cocina, familia y rebelión, nos planteamos ofrecer el manuscrito a una editorial a través de un agente literario. Sin embargo, acabamos descartando la indudable ventaja que supondría que un grupo de profesionales se encargara de editar, distribuir y financiar nuestro libro en el instante mismo en que Bridget lanzó la pregunta de para qué queríamos publicarlo. Estaba claro que deseábamos compartir las historias que nos habían cautivado de niños, pero para Bridget era crucial enmarcarlas en el contexto de la ocupación colonial de Birmania y transmitir el efecto que continúa