Encontrándome en una ocasión en el aeropuerto de Estambul, en uno de esos interminables tiempos de espera entre vuelos, agotado por el viaje y la espera, apagué mi móvil, guardé el libro que estaba leyendo y decidí contemplar el trasiego de gente. La enorme diversidad de los viajeros – judíos ortodoxos camino de Tel Aviv, mujeres musulmanas cubiertas hacia los países del Golfo, japoneses con rostros cubiertos por mascarillas esperando con paciencia el vuelo nocturno a Tokio, rusos, centroasiáticos, africanos… – me llevó a pensar en el cruce de caminos, civilizaciones, productos y gentes que esta parte del mundo siempre había