Dicen que los buenos modales requieren de pequeños sacrificios. Al observar a Steve Anderson, cualquiera diría que son un talento natural, sentado al fondo de Ma Khin Café, frente a una mesa iluminada de forma tenue, y tecleando con concentración en el ordenador. Saluda con amabilidad y ofrece una taza de té. La cortesía es una constante a lo largo de nuestra charla, que se detiene cuando las palabras se pisan, porque todavía no tenemos ese tipo de confianza, e incluso al descolgar el teléfono para atender una llamada, que resuelve con diplomacia. "He sido demasiado correcto, ¿verdad?", bromea. No parece